Estamos ante un paisaje del agua de distintas dimensiones, pues no sólo se construye por atravesarlo el río Palancia, con las propiedades de un eje fluvial de aguas permanentes (tanto en vegetación como en depósitos litológicos de fondo de valle) si no porque la estructura lito-geológica sobre la que se desarrolla el itinerario también tiene una fuerte herencia hidrológica: se trata de una amplia terraza sobreelevada del río, con un frente de acantilado calcáreo con caprichosas formaciones tobáceas. La abundante presencia de fuentes y surgencias es también característica del itinerario, debido a la porosidad del material calcáreo y la discontinuidad litológica.
La ocupación del territorio de esta singularidad paisajística se debe también a la existencia y disponibilidad del agua. En primer lugar se significa la amplia vega irrigada del Palancia en la que se mezclan los cultivos más tradicionales de huerta con aprovechamientos comerciales, siendo el caqui uno de los frutales más importantes. La accesibilidad a las tierras fértiles de regadío ha propiciado un sistema de asentamientos periféricos (Altura, Navajas y Segorbe). Navajas, en el primer tercio del siglo XIX desarrolló, al amparo también de sus aguas, un sistema de ocupación de ricas y lujosas villas, que en muchos casos todavía guardan su esplendor. Segorbe conserva un centro histórico, alrededor de su sede arzobispal, de calles tortuosas encaramadas en la montaña y amplio mirador amurallado frente al Palancia.